Saludo

ICONOHe escrito este texto de saludo más de cinco veces. La primera vez lo escribí con un lenguaje juvenil y decía que «un blog es la mejor ventana de egolatría». He crecido y ahora creo que un Blog es una herramienta para no olvidarnos.
Estar vivo es tener la capacidad de pensar. De, por ejemplo, ver nuestra inmensa pequeñez con respecto al universo y ser conscientes de ello. Este espacio, en últimas, es eso: un punto, casi invisible, en el universo de la blogosferas. Una pequeña estrella entre un millar de galaxias que esconde un mundo completo y que, de paso, me ayuda a mantener los dedos y el cerebro caliente. Cada vez que vuelvo, me llegan recuerdos e ideas olvidadas que cambian de significado. Es, en poquitas palabras, la mejor forma de no olvidarme.

¿Por qué Hirara?

La hirara es en lengua djerma de Niger el «lugar de las palabras», una especie de ágora donde el pueblo se reúne para tomar decisiones. A veces creo que las palabras han sido tan usadas que ya nadie sabe qué dicen realmente. Ellas necesitan descansar. Buscar un lugar donde nadie las joda, donde nadie las use, donde realmente no signifiquen nada; pero si entendió lo acabo de decir, se dará cuenta de lo inútil de esta empresa.

Por eso, he creado un lugar donde descansan mis palabras, donde tengo el derecho a usarlas y  desperdiciarlas sin esperar nada a cambio. Hacerlo de manera seguida es la mejor forma de organizar los pensamiento; de mantenerse alerta y curioso. En este blog encontrará algunos de mis escritos de ficción, periodísticos y académicos. También podrá leer mis reflexiones, ideas abstractas o construcciones mentales sin correspondencia exacta con la realidad. También va a ver a un lado los trinos de mi @CuadernoSinTapa donde anoto lo que considero interesante de mis lecturas. Puede ver mis fotografías en Instagram y Flickr y mis videos en Youtube, entre otras cosas.

¿Quién es José Báez G?

Soy un colombiano que nació en Bogotá. Estudié periodismo hace algunos años y entonces me dijeron que no iba a hacer dinero. Antes de terminar mi carrera profesional viajé a Ciudad del Cabo, en Sudáfrica. Allí aprendí inglés, trabajé e hice nuevos amigos que están repartidos por todo el mundo. Mi tesis de grado, de hecho, fue una crónica de periodismo gonzo sobre el país africano. Mientras estudiaba en la universidad, aparecieron los blogs, facebook, twitter, los iPhone. Cuando salimos a trabajar, de manera mágica, nos convertimos en expertos digitales, aunque nunca nos lo enseñaron en la escuela.

Trabajé en el periódico El Tiempo, como realizador audiovisual sin saber nada más que unas pocas cosas de video. Allí logré no solo crear nuevos formatos audiovisuales, sino también ser parte del grupo de especiales multimedia. También me inventé un videoblog llamado Quaestio. Renuncié. Vivía entonces en una paradoja propia de un cuento de Cortázar: un hombre que trabaja en un periódico llamado El Tiempo y no tiene tiempo.

Empecé a estudiar estudios internacionales y derecho internacional y caí fascinado por el encanto de sentir que aún no sabía muchas cosas. Empecé a entrar a clases como asistente y a asistir a cuanta conferencia y concierto me llamaba la atención. Volví a sentir mi cerebro activarse. Escribí una tesis para obtener la doble titulación de maestrías sobre Blockchain, por entonces una tecnología bastante desconocida. Volví a no tener dinero en mi billetera, a pensar seriamente si vale la pena pagar una cerveza costosa. Dejé de comprar cosas, especialmente libros, y empecé a vender lo que ya no necesitaba.

Conseguí trabajos esporádicos y logré sobrevivir con poco. Hacía videos y artículos y con trabajar una semana ganaba lo mismo que ganaba por un mes en mi anterior trabajo de oficina. Tenía tiempo para leer, para escribir, para caminar, para existir. Me ofrecieron trabajo en Univision haciendo algo repetitivo y aburrido. Allí tuve una hermosa revelación: cuando visité la sala de redacción de Miami escuché las mismas quejas, los mismos salarios bajos, los mismos problemas de otros medios de comunicación nacionales. El periodismo, pensé, se está acabando. Finalmente, obtuve una beca que me ayudó a terminar mis maestrías y a tener un trabajo como asistente graduado en el Centro de Español de la Universidad de Los Andes.

El periodismo y la política internacional

Entonces, en el 2016, sucedieron cosas fascinantes: el mundo empezó a cambiar. Gracias a la crisis de los medios de comunicación, del cual yo era testigo, la geopolítica mundial empezó a tomar otra forma. En Colombia, por ejemplo, perdió el voto a favor del Proceso de Paz con las Farc, en Inglaterra ganó el Brexit y en Estados Unidos llegó Donald Trump a la presidencia, según el FBI con ayuda de Rusia y utilizando millones de datos de usuarios de Facebook para modificar su opinión. En una entrevista de trabajo me preguntaron ¿por qué estudias relaciones internacionales si tu eres periodista? Yo quería pararme y darle una bofetada.

El estado actual del periodismo es la mejor manera de entender la política internacional. El primero agoniza ante los duros recortes presupuestales y las presiones económicas de sus dueños y los líderes políticos saben que el poder que tenían los medios, el famosos «cuarto poder», ahora pueden dominarlo a su favor. El mundo empezó a vivir en la era de la posverdad. Aún sigo sin creer todo lo que está pasando y que a la gran mayoría de la gente le parece normal. Le respondí algo similar a la señora que me entrevistó y de seguro pensó que estaba loco; tal vez por eso nunca me llamaron.

Cuando terminé mis estudios de posgrado supe inmediatamente que no iba a seguir estudiando. No quería gastar más tiempo, todo lo que uno quiera aprender está en las bibliotecas y en Internet. El costo de una matrícula es solo una cuestión de presunción social, un acceso a mejores ofertas laborales; nada más. Así que salí a buscar empleo, de cero. Sin saber muy bien (creo que nunca lo sabré) qué quiero hacer en la vida. Aparecieron varias cosas temporales y luego me llegó una oferta para ser profesor. Actualmente dicto clases a comunicadores sociales en un centro educativo y estoy aprendiendo nuevas cosas para poder enseñarlas.

El gran errante

Sigo haciendo mis videos y escribiendo en mi blog. Sigo tocando mi guitarra y he aprendido a tocar ukelele y bongos. Estoy escribiendo libretos para un grupo de teatro, que además me está educando en actuación. Sigo muerto de ganas de coger mi bicicleta e irme por ahí. Por ahora, sigo caminando por el centro, buscando libros que ojeo y dejo a un lado. Sigo entrando a lugares que no conozco y me tomo litros de cafés para poder existir. Sigo andando por todos lados en mi bicicleta y he descubierto que la felicidad consiste en pararse en unos pedales y dejar que el viento me despeine un rato.

Sigo creyendo que la vida es más fácil de lo que parece. Creo firmemente en la neutralidad de Internet, en el Basic Income, en la automatización de labores superfluas para el ser humano, en el uso de Blockchain como herramienta para una mejor sociedad, creo en el hacktivismo (aunque entienda poco), creo en la libertad de información y el uso justo (fair use). Creo en el Derecho Internacional que considera a las personas como sus principales actores y no a los Estados soberanos. No creo en fronteras, ni en religiones. Creo en naciones y en miles de dioses. Creo que las drogas son la mejor manera de mantener a la juventud controlada y entorpecida. No creo en libros de autoayuda, pero me encanta leer a los estoicos. No creo en líderes, sino en instituciones. Creo en mí, aunque esté repleto de dudas.

Me he dado cuenta, finalmente, que el único propósito de la vida es saberla vivir despacio. Complí uno de mis sueños:  vivir en el centro de Bogotá con mi novia. Todas las tardes el atardecer alumbra mi biblioteca y me gusta tomarme una cerveza cuando el cielo se pone morado. Escribir es estar en ese momento, en ese segundo de silencio en que sentimos que existimos. Por eso la escritura también es un proceso personal de meditación, de autogestión y reencuentro. En mi antiguo escrito terminaba esta entrada diciendo: «Este saludo es para ese nadie inmenso que habita el Internet y tal vez para algún errante que por mala fortuna terminó en este lugar». Ahora sé que ese gran errante es el que me impulsa a seguir escribiendo.

José Báez G.

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